Raspberry Pi 400, el Commodore 64 de nuestro tiempo
04 diciembre 2020
Escribo estas líneas desde una Raspberry Pi 400 que acabo de recibir. La había pedido en noviembre a RaspiPC y estaba ansioso por recibirla. Debido a la alta demanda, la producción de la versión española se retrasó unas semanas. La Raspberry Pi es un ordenador personal cuya primera versión se lanzó en 2012. El objetivo de su creador, Eben Upton, era poner en el mercado un ordenador educativo de bajo coste. Para ello, usaron un procesador de arquitectura ARM (que no Intel), que integra tanto la unidad central como la tarjeta gráfica. El sistema operativo está basado en Linux, es mayoritariamente software libre e incluye multitud de programas educativos. Su precio: 50€.
El aspecto habitual de la Raspberry Pi es la de una placa electrónica, con ranura para una tarjeta microSD que hace las veces de disco duro, conectores USB, HDMI, Ethernet y varios pines digitales. También tiene soporte de Wifi y Bluetooth. Con la pantalla, teclado y monitor enchufados, es un ordenador de bolsillo a prueba de perrerías (o, al menos, los destrozos no serán muy dolorosos).
En estos años se ha vuelto muy popular y son muchísimos los proyectos basados en esta pequeña placa. En educación, la Fundación Raspberry Pi ha puesto en marcha un sinfín de iniciativas, especialmente en el Reino Unido, entre otras:
- Code Club es una red de escuelas de programación para niños de 9 a 13 años, que usan entre otras tecnologías Scratch, HTML y Python.
- AstroPi, el concurso anual de la Agencia Espacial Europea (ESA) para estudiantes. El objetivo es usar las Raspberry Pis alojadas en la Estación Espacial Internacional para experimentos científicos. (Aquí en Canarias hemos tenido algunos equipos finalistas).
- La publicación de revistas como MagPi, de venta en papel pero de descarga gratuita y diversos libros.
Fuera del ámbito educativo, su demanda para proyectos makers e industriales es enorme. La gran ventaja con respecto a otros sistemas empotrados es que el sistema operativo está bien soportado y gracias a la gran comunidad a su alrededor existe mucha documentación y recursos. Además, los pines digitales permiten extender su funcionalidad hacia ámbitos de la electrónica y robótica. Se ha creado un gran mercado de mochilas, desde pantallas táctiles a sensores de todo tipo. Por ejemplo, en astronomía aficionada se venden Raspberry Pis como sistemas para uso remoto de telescopios. A modo de demostración tecnológica, Oracle construyó un mini-súperordenador de 1060 nodos con Raspberry Pis.
Y, cómo no, los jugadores han visto en la Raspberry Pi el ordenador ideal para proyectos de retro-computación, a través de emuladores y carcasas nostálgicas.
Hasta ahora, aunque he sido usuario de la Raspberry Pi por sus características y apuesta por el software libre, no había sido un gran entusiasta de sus posibilidades como ordenador de propósito general. En primer lugar, por su bajo rendimiento comparado con uno de sobremesa o portátil. En segundo, porque el escritorio utilizado (LXDE) parece poco adaptado para el sector educativo (la propuesta de Endless OS es mucho más interesante). En tercer lugar, me parece que el aspecto espartano de la placa resulta disuasor, no llama la atención en un centro comercial. Y, por último, es complicada de poner en marcha. Hay que descargar el sistema operativo en otro ordenador, copiarlo a la tarjeta SD, introducirla en la ranura, usar un adaptador de HDMI a micro-HDMI para el monitor, conectar teclado y ratón, tampoco hay botón de encendido... Un Chromebook puede multiplicar el precio de la Raspberry, pero lo tiene todo ya integrado (y es más rápido).
Por fortuna, algunos de estos inconvenientes se están sorteando. En 2019 se lanzó la Raspberry Pi 4, más potente y con hasta 8 GB de RAM, memoria indispensable para una buena experiencia en escritorios (¿alguien ha dicho Chromium?). Y a finales de octubre de este año se lanzó la Raspberry Pi 400, una versión con teclado integrado. Y debo decir que este formato sí me ha entusiasmado.
La idea de un teclado con ordenador integrado resuena en todos los papás de mi edad o algo mayores que vivieron la explosión de la informática personal de los años 80 al calor de los ZX Spectrum y Commodore 64. Ni el Spectrum ni el C64 destacaban por ser los más rápidos ni por ser los ordenadores más potentes. De hecho, eran extremadamente limitados. Pero para millones de personas, fueron los primeros ordenadores a precio asequible. Se podían programar en BASIC y eso abrió un mundo de infinitas posibilidades para miles de jóvenes, cuyo futuro profesional quedó marcado por esos pequeños cacharros.
Obviamente, los equivalentes actuales al Spectrum y el C64 son las videoconsolas, como la XBox o la PlayStation 5, aunque son ya sistemas muy especializados (y cerrados). Así que, salvando las distancias, la Raspberry Pi 400 tiene un potencial similar a los primeros ordenadores: formato de ordenador reconocible en grandes almacenes, asequible, repleto de software libre, preparado para aguantar leña y buenos programas educativos para que los más peques se inicien en el mundo de la informática de escritorio. Y para sus papás, los emuladores de retrocomputación ;) Por 80€ me parece un regalo ideal para estas navidades. Atentos que por unos euros más, está el kit con el excelente libro guía (en español y también descargable), que es una delicia divulgativa.
Ojalá la Raspberry Pi, de la mano del software libre, consiga abrir las puertas de la informática a muchos niños. Su futuro va a estar ligado a la tecnología, en todos los ámbitos sociales, de una forma mucho más profunda que para mi generación.