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El fin del ciberespacio

Ayer vi en Luarnet una mención, The End of Cyberspace. Escrito por Alex Pang (profesor en Standford y director del Instituto para el Futuro, un think tank de Silicon Valley), la tesis que sostiene es el fin del ciberespacio como metáfora:

«I started thinking about the end of cyberspace a couple years ago, when I begin to think about how handheld, mobile, alway-on information devices might rewrite the rules we use to think about the relationship between information, places, and daily life. Cyberspace, it seemed to me, was a "metaphor we live by," reflecting our experiences with information technology, but also shaping the way we think about new technologies and the challenges they present. It had been a vivid and useful metaphor for decades; but would it remain relevant in a world of pervasive computing, mobile technologies, and eventually cybernetic implants, prosthetics, and swarm intelligence? I don't think so».

El cyberespacio, pues, era un lugar compuesto de bits. Y día a día nos vamos adentrando en un mundo donde bits y átomos se funden. Y esto es precisamente lo que exploró Howard Reinghold en el libro Smart mobs (en español, Multitudes inteligentes) que ando leyendo poco a poco estas semanas. Reinghold visitó algunos laboratorios donde se están incubando estas ideas. Una de ellas era el uso de código de barras o radioetiquetas para obtener más información sobre productos o sitios que estuviéramos comprando o visitando.

«With wireless devices that can read objects tags, Web services that offer particular kinds of description and warning information can be created fairly easy. When people find out how the Christian Coalition or Greenpeace rates a product or a place, the collective political power of consumers could shift in unpredictable ways».

Y estas cosas están más cerca de lo que podría parecer. Hace ya un año, se presentaba un cliente para móviles de Pricenoia, el comparador de precios de Amazon y en septiembre, también en Luarnet mostraban un ejemplo práctico de uso de Semacode y Wikis. Este código de barras especial esconde una URL con información, con la cámara de fotos del móvil leemos el código, se descifra y finalmente nos enlaza la URL del sitio. La página web es un wiki, donde podemos editar la información sobre el lugar o producto identificado.

Reinghold va mucho más allá en el libro y explica cómo estos dispositivos que nos permiten obtener información se están haciendo cada vez más ubicuos, pequeños y potentes. Sin duda, esto va a tener implicaciones aún más importantes en cuestiones de privacidad, pero también oportunidades para innovadores y emprendedores. Por desgracia, todavía hay muchas piedras en el camino: casi toda la población posee móviles, pero las tafiras de conexión GPRS o 3G son muy caras y al menos en España no son pocas las trabas a la proliferación de redes inalámbricas (en este sentido, es interesante ver el desarrollo de Fon). Y de esta forma, también las operadoras se perjudican, perdiendo muchas otras oportunidades de negocio.

Para finalizar otro apunte relacionado con este tema, pero en la vertiente de ficción, en el canal Cuatro estuve siguiendo la serie Ghost in the Shell: Standalone complex, que por lo que se dice inspiró en parte Matrix. Aunque algunos diálogos son densos y largos, pero hay algo que me fascina de los japoneses y es su capacidad de reflexión sobre la tecnología, más allá del síndrome de Frankenstein. Porque a decir de las películas europeas o estadounidenses, lo único que nos espera es caer subyugados bajo el poder de las máquinas (por 1 céntimo de euro, cite películas donde los robots esclavizan a los humanos, por ejemplo, Matrix... 1,2,3, responda otra vez).

 

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